Se cumplen 20 años de la trágica muerte de Manel de la Matta, uno de los alpinistas más destacados de su generación. Falleció el 19 agosto 2004, a los 44 años, víctima de una peritonitis durante el descenso del K2, la segunda montaña más alta del mundo. Su partida dejó un vacío enorme en el mundo del alpinismo, donde su valentía, solidaridad y pasión por las montañas lo convirtieron en un referente inolvidable.
Expedición ‘Magic Line’: desafío inigualable
De la Matta formaba parte de una expedición catalana que buscaba ascender al K2 (8.611 metros) por la Magic Line, su vertiente más difícil y peligrosa. El equipo, liderado por alpinistas de renombre como Oscar Cadiach, Jordi Corominas, Jordi Tosas y el propio Manel, asumió un reto técnico que pocos se atreverían a intentar. Sin embargo, la tragedia no provino de la montaña misma, sino de una enfermedad inesperada. Una apendicitis aguda, que evolucionó rápidamente a peritonitis, provocó un desenlace fatal durante el descenso.
Peritonitis mortal
Los problemas comenzaron cuando el equipo, dividido en grupos, inició el descenso. Jordi Corominas, que el 17 de agosto había coronado el en solitario la cima por la ruta de los Abruzzi, logró bajar de forma segura. Mientras tanto, De la Matta y Cadiach, afectados por problemas físicos, descendían lentamente por la Magic Line. En el Collado Negrotto, a 6.300 metros de altitud, la situación se volvió crítica. Las condiciones meteorológicas complicaron los esfuerzos de rescate liderados por Valentí Giró y un porteador local, que tuvieron que retroceder inicialmente debido al fuerte viento. Cuando finalmente pudieron llegar, encontraron a Cadiach junto a Manel, que ya había fallecido.
Manel de la Matta: montañas, solidaridad y pasión
Manel de la Matta, nacido en 1963, fue mucho más que un alpinista. Entendió la montaña no solo como un reto personal, sino como un espacio para inspirar, educar y tender la mano a los demás. Economista de formación, licenciado por la Universidad de Barcelona, dedicó su vida al deporte, combinando su pasión por las cumbres con un profundo compromiso social que marcó a quienes lo rodearon.
Desde joven, se sumergió en el mundo de la montaña con una intensidad que lo llevó a formar parte de los grupos de alta montaña CADE y GAME. Su talento y dedicación lo convirtieron en instructor de la Escuela Catalana de Alta Montaña (ECAM) en 1983 y, más tarde, director de la prestigiosa Escuela Española de Alta Montaña (EEAM) entre 1994 y 1997. En paralelo, asumió responsabilidades como director técnico de la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada (FEDME) hasta 1999, dejando una impronta única en la formación de nuevas generaciones de alpinistas. En el momento de su fallecimiento era director del Centre de Formació de Muntanya de l’Escola Pia de Sarriá, en Barcelona.
Una vida entre grandes cimas
En el terreno deportivo, Manel de la Matta acumuló un impresionante historial de ascensiones que lo consolidaron como una figura clave del alpinismo español. En los Pirineos, dejó su marca al lograr la primera invernal estatal en el espolón Croz norte del Midi d’Ossau (1983), y en los Alpes, replicó este éxito al conquistar la primera invernal estatal en el espolón Croz de las Grandes Jorasses, hazaña que le valió una mención en el prestigioso Piolet de Oro de la FEDME en 1993.
Su pasión lo llevó más allá de Europa, explorando terrenos desafiantes como el Yosemite (1989) en Estados Unidos, el Monte Kenia, y la Patagonia en dos expediciones memorables (1986 y 1998). Pero fue en el Himalaya donde alcanzó su máxima expresión como alpinista, participando en ascensiones al Ama Dablam (1992), el encadenamiento del Shisha Pangma y el Cho Oyu (1993), y el desafío máximo: el Everest, al que ascendió en dos ocasiones (1993 y 1995). Desde finales de 2002, dedicó gran parte de su tiempo a Montañeros para el Himalaya, una ONG que trabaja en el progreso económico, social, cultural y político de la región del Himalaya.
Dos décadas después de su trágica partida en el K2, el legado de Manel de la Matta sigue vivo en la comunidad alpinista y en todos aquellos que lo conocieron. Su pasión por las montañas, su espíritu solidario y su dedicación al deporte continúan inspirando a nuevas generaciones de alpinistas.