Stefi Troguet reflexiona en voz alta en su perfil social antes de afrontar su nueva expedición al Broad Peak y al K2. Por su interés reproducimos su escrito en Turiski.
OPINIÓN por Stefi Troguet, alpinista profesional.
Me voy a intentar escalar el Broad Peak y el K2. Como siempre, sin oxígeno suplementario. Debería empezar escribiendo lo muy preparada que estoy. Las ganas que tengo… Pero voy a empezar escribiendo que tengo una mezcla de emociones y que no sé muy bien lo que siento.
Por un lado estoy eufórica, motivada, preparada, con millones de ganas de volver a las grandes montañas y volver a vivir lo que tanto me apasiona y me hace soñar todos los días.
Por otro lado, estoy aterrada. Es la primera vez que puedo decir que tengo miedo. Haber perdido tantos amigos en tan poco tiempo (escribiré sobre ello, todo a su debido tiempo) me hace tener la sensación de irme a jugar a la ruleta rusa…
¿Seré yo la próxima en no volver a casa? ¿Podré soportar escalar la montaña en la que perdieron la vida mis compañeros?
Haber perdido tantos amigos en tan poco tiempo me hace tener la sensación de irme a jugar a la ruleta rusa
En el caso de poder llegar arriba, ¿Podré soportar pasar junto al cuerpo de alguno de ellos y despedirme, sin que eso me haga hundirme emocionalmente?
No lo sé, y no lo sabré hasta que esté allí.
Las montañas… me hacen soñar despierta, me llenan, me hace feliz. Son el lugar dónde respiro, donde fluyo, donde soy yo. Me han aportado tantísimo…Pero a la vez, me han quitado tanto, se han llevado a tantos… Ahora mismo, estoy en ese punto, en el que no tengo claro si me han aportado más o se han llevado más.
Muchos me preguntan: ¿Y porqué vas? O la familia directamente me lo pide: ¡No vayas¡ Y probablemente esa sería la manera más fácil de acabar con esta sensación de amor/odio con las grandes montañas.
Mi corazón necesita sanar y la única manera de hacerlo es volver al Himalaya y pasar por encima de mis miedos y mis incertidumbres
Pero no creo tener la opción a elegir. Cada hueso y músculo de mi cuerpo me pide ir. Está claro que el único que ahora mismo me pide lo contrario, es el corazón, ya que últimamente ha perdido un pedacito de sí, y necesita sanar.
Pero sé que la única manera de sana, es volver. Pasar por encima de mis miedos, mis incertidumbres, mi tristeza. Y volver al lugar que me hace feliz, que me hace ser quien soy.
Y es que al final, este es un deporte muy egoísta y todos los que lo practicamos y lo vivimos, lo tenemos claro. Sé que esto es como un juego de cartas, en el que una de las cartas es “no volver a casa”.
Y jugaré lo mejor que pueda cada día para no coger esa carta… Pero allí está. Es parte de la baraja. Y aún sabiéndolo… Sigo jugando.
Tengo muy asumido que podría no volver. Y eso no me hace plantearme no siquiera por un segundo si quiero ir o no. Pero cuando esta carta en lugar de cogerla tú, la coge uno de tus compañeros… Entonces una parte de ti se apaga, un dolor inexplicable te devora por dentro, una sensación de vacío se apodera de ti.
Y como decía, es un deporte muy egoísta, porqué aún sabiendo lo que se siente al perder a uno de los tuyos… Y sabiendo que eso es lo que van a tener que soportar mi familia y amigos el día que sea yo la que no vuelva a casa…
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