No fue una línea imposible ni una canal en el Pirineo. Tampoco una bajada técnica en los Alpes ni una sesión cualquiera en la nieve polvo. Fue en Alaska, el lugar con el que siempre había soñado esquiar, donde Aymar Navarro vivió el accidente más grave de toda su carrera. El freerider aranés sufrió una caída mientras esquiaba en las imponentes montañas del norte, un giro inesperado del destino que se llevó por delante mucho más que una jornada de esquí.

La rodilla derecha quedó duramente castigada. El parte médico definitivo no deja lugar a dudas: contusiones óseas en la tibia, rotura completa del ligamento cruzado anterior y del ligamento colateral interno, rotura parcial del ligamento cruzado posterior, una rotura compleja del menisco interno, con un flap meniscal desplazado al receso articular, y también rotura completa del tendón rotuliano y de los retináculos patelofemorales. Un verdadero puzle quirúrgico que exigirá meses de trabajo físico y mental.
Aymar Navarro ya ha pasado por quirófano. La operación tuvo lugar el pasado jueves en la clínica Teknon de Barcelona, pero no quiso hacer público el proceso hasta poder comunicarlo él mismo y a su manera, en un mensaje sincero, sin filtros, con el estilo directo que lo caracteriza.
“Posiblemente hayan sido los días más largos, intensos y más dolorosos que recuerdo… esa es la realidad y no hay por qué ocultarla, pero lo más importante es que ya estamos listos para arrancar este nuevo reto, posiblemente sea el más difícil al que me he enfrentado, será largo y muy intenso pero estoy con toda la motivación y energía para salir adelante”, añadió en una segunda publicación, ya desde Barcelona, con la pierna inmovilizada y el rostro más sereno. Pese a todo, el mensaje de fondo es el mismo de siempre: resiliencia, coraje y determinación.
Aymar Navarro, conocido por desafiar límites en la alta montaña y por una carrera forjada a base de riesgo, valentía y pasión, afronta ahora su reto más humano. No hay línea que trazar, no hay pala que esquiar. El camino que le espera será largo, profundo y exigente, tanto física como mentalmente. Porque, a veces, las cumbres más difíciles no están en la montaña, sino dentro de uno mismo.