El mundo del esquí y la hostelería catalana despidió a Filippo Rigat Tortorici (1937-2024), un hombre cuya vida estuvo profundamente ligada a las montañas del Pirineo, a las tradiciones de su tierra y a la pasión por transformar su entorno en un referente para el turismo y el deporte.
Un legado familiar que comenzó en Camprodon
La historia de los Rigat, inseparable del nombre de Filippo, tiene sus raíces en Camprodon, donde la saga familiar comenzó su andadura en el mundo de la hostelería en 1850, con la apertura de la modesta Fonda Rigat. Desde sus orígenes, la familia fue sinónimo de esfuerzo, visión y una inquebrantable conexión con su tierra.
Filippo siguió este legado con orgullo. Fue su padre, Lluís Rigat Regí, quien marcó el inicio de una revolución en el esquí catalán. Participó en la fundación del Ski Club Camprodon en 1934 y, más tarde, del Club Esquí Supermolina en 1948, consolidando el esquí en La Molina.
El Hotel Ciervo Blanco, inaugurado en 1942, fue el primer gran establecimiento turístico de La Molina y auténtico refugio en la acogida de esquiadores que descubrieron la estación en sus primeros años. Junto con el Hotel Solineu, tambien de los Rigat y abierto en 1948, sentaron las bases del desarrollo turístico de la zona y marcaron el inicio de una nueva era para el esquí en Catalunya.
En septiembre de 1970, un devastador incendio destruyó por completo el Hotel Ciervo Blanco, construido en madera y que era la historia viva de La Molina como destino de montaña. Sin embargo, la familia Rigat continuó su apuesta por el futuro de la estación, consolidando su legado con la inauguración del Hotel Rigat Palace ese mismo año, reafirmando su papel como impulsores del turismo en la Cerdanya.
La transformación de La Molina y Supermolina
En 1955, los Rigat dieron un paso histórico al instalar el telecabina de Puig d’Alp (2.200 m) -5 marzo 1955- , el primero de su tipo en España. Esta innovadora infraestructura transformó el acceso a la alta montaña, marcando un antes y un después para el desarrollo del esquí en La Molina. Su montaje fue una auténtica proeza para la época, llevado a cabo en plena autarquía del régimen del general Franco, superando enormes desafíos técnicos y logísticos.
Más tarde, en la temporada 1966-67, ampliaron el remonte con un segundo tramo del telecabina que conectaba directamente con la cima de la Tosa d’Alp. Este proyecto incluyó la creación del refugio-restaurante Niu de l’Àliga, una obra emblemática diseñada por el arquitecto y cuñado de Filippo, Santiago Casulleras Rodríguez, que combinaba funcionalidad y diseño en un enclave espectacular a 2.500 metros de altura.
El 10 de diciembre de 1966, se celebró la inauguración oficial del nuevo tramo del telecabina y del Niu de l’Àliga en una jornada que quedó grabada en la memoria de la época. Este día no solo marcó un hito técnico y turístico, sino también un momento de orgullo para la familia Rigat, que reafirmó su liderazgo en el desarrollo de la estación y del turismo de montaña en Catalunya. Este telecabina, junto con las infraestructuras de Supermolina, fue un ejemplo del espíritu pionero de los Rigat. Aunque dejó de funcionar tras un trágico accidente en 1969, que costó la vida a tres personas, el sueño de la familia marcó el camino para la creación del moderno complejo Alp 2500, que hoy une La Molina y Masella.
Lamentablemente, Filippo Rigat no podrá acompañarnos este mes de enero, cuando FGC Turisme y Masella celebren los 25 años de la puesta en marcha del telecabina Cadí-Moixeró inaugurado el año 1999. Inicialmente conocido como Alp 2500, esta instalación mecánica es la referencia de la estación de la Cerdanya, conectando con el pico de La Tosa, a 2.537 metros, el punto más alto del centro invernal. Al igual que el telecabina primitivo, este también se desarrolló en dos tramos, separados por una década. En diciembre de 2019, se inauguró el segundo tramo del telecabina Cadí-Moixeró, completando el acceso hasta la cima de la Tosa d’Alp.
Años de vértigo y glamour
La vida de los Rigat en los años 50 y 60 fue frenética y apasionante. Mientras construían su legado en La Molina, gestionaban también el Hotel Victoria de Barcelona, un establecimiento de prestigio ubicado en la esquina de la Ronda de Sant Pere, que más tarde sería sede de El Corte Inglés de Plaça Catalunya.
La familia Rigat también fue responsable de la legendaria Sala de Fiestas Rigat, inaugurada en 1942 y clausurada en 1960. Este icónico lugar fue un epicentro del glamour nocturno barcelonés de la época, donde se mezclaban la elegancia, la cultura y la presencia de algunos nuevos ricos que prosperaron gracias al extraperlo. Tras su cierre en 1960, el espacio pasó a manos de El Corte Inglés, que progresivamente adquirió todos los edificios de esa zona de Plaça Catalunya, dando forma a la mastodóntica estructura visual que conocemos hoy. En 1956, los Rigat inauguraron el Hotel Rigat Park en Lloret de Mar, un icónico establecimiento en la Costa Brava que aún hoy es sinónimo de excelencia y tradición.
Filippo Rigat, deportista olímpico en 1960
La faceta deportiva de Filippo Rigat también merece ser recordada. Participó los Campeonatos del Mundo de esquí alpino de Bad Gastein de 1958. No obstante, su selección para representar a España en los Juegos Olímpicos de Squaw Valley 1960 fue un reconocimiento a sus habilidades y dedicación al esquí. Una lesión durante los entrenamientos le impidió competir, pero este contratiempo no apagó su pasión por el deporte, que siempre lo acompañó.
La verdadera grandeza de Filippo no radica únicamente en los hoteles o infraestructuras que ayudó a levantar, sino en su capacidad para transformar vidas, generar oportunidades y acercar a las personas a la belleza de los Pirineos, reflejo de su profundo amor por estas montañas.
Una despedida llena de gratitud
Hoy despedimos a Filippo Rigat Tortorici, un hombre que supo mirar a las montañas con ambición y ternura, que trabajó incansablemente para transformar su tierra y que compartió con todos nosotros el privilegio de disfrutarla. Su legado no solo está escrito en la historia del esquí y la hostelería catalana, sino también en los corazones de quienes lo conocimos. Con su muerte se va uno de los últimos pioneros en la historia del esquí catalán, dejando un legado que su hijo Felipe tendrá la responsabilidad de preservar.
Filippo vivió con las montañas en el alma y nos deja un ejemplo de resiliencia, visión y amor por su tierra. Que su memoria permanezca viva, como lo hace el perfil de la Tosa d’Alp, eterno testigo de su sueño.