No, no es una broma. Este fin de semana, la Guardia Civil ha realizado once intervenciones en el Pirineo aragonés y en tres de ellas, el motivo fue simplemente el agotamiento o cansancio físico. Así, sin más. Montañeros y senderistas sin la preparación adecuada, atrapados por su propia fatiga, incapaces de regresar por su propio pie. Y todavía no ha comenzado oficialmente el verano.
Una vez más, hay que decirlo claro. La montaña no perdona la imprudencia, y sobrevalorar la resistencia física es jugar con fuego. Resulta alucinante —permítanme la expresión— que personas con bastantes años y experiencia vital a sus espaldas se lancen a rutas de alta montaña sin tener en cuenta los avisos meteorológicos, las condiciones del terreno o, simplemente, sus propios límites. Desde Turiski llevamos años advirtiéndolo en numerosos artículos, como aquel que titulamos “La montaña no es un parque de atracciones con el entorno controlado”.

Los datos de los rescates por agotamiento
El sábado, a las 17.30 h, tres montañeros madrileños de 54, 51 y 52 años quedaron enriscados y exhaustos en la Cresta de Salenques, en Benasque. Este incidente fue uno de los rescates por agotamiento en el Pirineo que se realizaron este fin de semana. Tuvieron que ser evacuados en helicóptero por el GREIM y la Unidad Aérea de Huesca. Una hora más tarde, nuevo aviso en la zona de Aigualluts, también en Benasque: tres varones de 67, 70 y 75 años, literalmente sin fuerzas para continuar, también necesitaron ser acompañados hasta su vehículo por los equipos de rescate. Ya entrada la noche, la montaña también les recordó sus reglas.
Pero el goteo no cesó. Al día siguiente, a las 09.01 h, un senderista francés de 38 años, sorprendido por una tormenta y víctima del frío y la fatiga, fue rescatado en la cresta sur del Gran Bachimala, tras pasar la noche enriscado con síntomas de hipotermia. Otro helicóptero, otro médico del 061, otro susto evitable.

¿Qué está ocurriendo?
Estamos ante una espiral peligrosa. No porque no se deba rescatar a quien lo necesita —faltaría más—, sino porque estos episodios evidencian una falta alarmante de preparación y sentido común. Las montañas no son un gimnasio al aire libre donde uno prueba a ver «hasta dónde llega». La montaña exige cabeza, planificación y respeto. Y sobre todo, exige conocer nuestros límites.
La pregunta incómoda está sobre la mesa: ¿hasta cuándo seguirán siendo gratuitos estos rescates por imprudencia? Porque de momento, nadie paga por estas actuaciones, aunque se actúe con temeridad. Y lo que está en juego no es solo el presupuesto público: son recursos, medios humanos y vidas que se arriesgan por rescatar a quienes se lanzan sin pensar.
El Pirineo ha comenzado la temporada con un aviso muy serio. Tres rescates por agotamiento en menos de 48 horas. Estos sucesos son parte de la creciente cantidad de rescates por cansancio físico extremo en el Pirineo, reflejo de un fenómeno cada vez más habitual: el de un turismo de montaña impulsivo, mal planificado y, a veces, inconsciente.